En Sapan Inka respetamos y honramos los saberes tradicionales de los pueblos originarios de la selva amazónica y de los Andes y, al mismo tiempo, trabajamos desde una perspectiva que valora los conocimientos contemporáneos, específicamente aquellos que nos permiten entender la estructura profunda de nuestra psique y que buscan la salud integral del ser humano. En ese sentido, hemos integrado el uso de la medicina Ayahuasca y del cactus San Pedro a nuestra metodología de sanación integral.
Respetamos profundamente el sistema de medicina tradicional de las comunidades nativas de la selva amazónica ya que hemos sido formados por médicos curanderos de la nación Shipibo y nos sentimos herederos de la sabiduría de nuestros ancestros. En nuestro trabajo, consideramos muy importantes los rituales con plantas sagradas como la Ayahuasca y el San Pedro.
Para los pueblos originarios de Perú, las plantas no son objetos que pueden ser usados sino que son entidades con las que conectamos y que nos brindan su ayuda. Por eso, a algunas plantas como la Ayahuasca o el San Pedro se les llama "Plantas Maestras", ya que este término refleja la relación ontológica que tienen las comunidades con ellas. Es decir, la planta no es vista simplemente como un recurso natural o una herramienta terapéutica, sino como un ser vivo con una identidad, inteligencia y realidad propia que es fundamental para la existencia, el conocimiento y la salud del mundo. Esta perspectiva se opone a la ontología occidental, que suele categorizar a las plantas como objetos inanimados o recursos biológicos pasivos.
La planta es considerada una entidad, un ser o un espíritu que posee intenciones, voluntad, conciencia y capacidad de comunicarse. Es una “Planta Sagrada”, no es algo que el chamán simplemente usa; por eso la planta es considerada una Maestra o Guía con la que se interactúa. El conocimiento y el poder curativo de la Ayahuasca no se encuentra solamente en su composición química, sino en su cualidad de espíritu. La planta, como entidad, posee su propia voluntad y puede decidir si se comunica con el curandero y qué tipo de conocimiento o visión le otorga. La comunicación se realiza a través de distintas percepciones, visiones, sensaciones, emociones, comprensiones, o a través de los ícaros (cantos sagrados) que el chamán "aprende" directamente del espíritu de la planta.
La planta no solo afecta la percepción, sino que permite una ampliación de la conciencia que da acceso a contenidos de la psique que no pueden ser experimentados en un estado ordinario de conciencia. La planta nos permite acceder a la dimensión espiritual, a una vasta dimensión desconocida de la psique. A través de la Ayahuasca, el mundo visible (el mundo de la vida cotidiana) se complementa con el mundo invisible de los espíritus, donde residen las fuerzas energéticas y las manifestaciones arquetípicas. Para la cosmovisión de los pueblos originarios de Perú, este mundo revelado es tan real como el mundo físico.
La experiencia de la Ayahuasca para las comunidades indígenas no es una mera alucinación subjetiva, sino una realidad objetiva donde se interactúa con fuerzas y seres reales. Esta convicción de que el mundo arquetípico-espiritual tiene una existencia concreta y activa en la realidad, y no es solo una metáfora, resuena con la idea junguiana de que el arquetipo, en su raíz, no es simplemente una construcción mental, sino una parte fundamental de la estructura de la realidad. El encuentro con una manifestación arquetípica durante una experiencia en una ceremonia se vive como un encuentro con una entidad inteligente. Lo que se vive no es una "fantasía", sino algo totalmente real que, de acuerdo con la psicología junguiana, ha sido denominado: realidad psíquica. La Ayahuasca no produce visiones aleatorias; otorga la capacidad de ver las estructuras arquetípicas que organizan la realidad. Los espíritus de las plantas son percibidos como manifestaciones específicas y localizadas de estas fuerzas universales.
El ritual es clave en la interacción con la estructura materialmente invisible de la realidad, la dimensión espiritual. La sanación ocurre cuando el chamán y el paciente negocian con estas fuerzas arquetípicas objetivas que se experimentan durante los estados expandidos de conciencia en las ceremonias. Estas fuerzas no son meras proyecciones mentales; el chamán las llama entidades o fuerzas espirituales. De esta interacción con estas entidades o fuerzas depende la sanación o el curso del proceso.
Por otro lado, las enfermedades no son vistas como un mal únicamente físico, sino como desequilibrios del alma causados por la interacción con el mundo espiritual. El espíritu de la Ayahuasca ayuda al curandero a observar la causa ontológica de la enfermedad (por ejemplo, la contaminación por espíritus malignos). Gracias a una traducción fenomenológica, el psicoterapeuta ayuda a ver esos espíritus como proyecciones de complejos traumáticos o patrones destructivos del inconsciente. Por este motivo, después de una experiencia en una ceremonia de Ayahuasca es muy importante contar con el acompañamiento psicoterapéutico especializado en una interpretación hermenéutica y fenomenológica del proceso para una integración apropiada.
