Resumen
En este artículo se exploran distintos paradigmas que emergen a modo de nuevas formas de pensamiento, los cuales representan posibilidades de superación de la profunda crisis que vive la civilización contemporánea. Se reflexiona en el modo en que estos paradigmas emergentes contribuyen a la superación de la era posmoderna, marcada por una fragmentación de la realidad y un relativismo extremo, profundizando en el papel que desempeña la psicología transpersonal como portadora de una perspectiva singular en el abordaje de la crisis que experimentan los individuos y las sociedades contemporáneas, considerando como elementos claves el estudio de la dimensión trascendental del ser humano y los procesos transformativos que se manifiestan a través de experiencias de estados amplificados de conciencia o a modo de metamoforsis piscoespirituales que develan las potencialidades y las capacidades de la psique profunda. Se observa y se reflexiona sobre el modo en que estos procesos transformativos contribuyen a las posibilidades de desarrollo humano, entendiendo el desarrollo humano como un estado de mayor bienestar y salud psíquica.
Introducción
Si se observan detenidamente las transformaciones de la mentalidad contemporánea durante el transcurso de los siglos XX y XXI, podrá entenderse con mayor facilidad el paulatino, pero a la vez contundente surgimiento de una era a la cual se ha denominado posmodernismo. Quizás una era de transición que ha de ser trascendida por el surgimiento de nuevos paradigmas que podrían llevarnos hacia nuevas formas de comprender la naturaleza de la realidad, nuestra relación con el mundo y a encontrar narrativas que permitan dar un mayor sentido y significado a la existencia, lo cual podría ayudar al ser humano del presente a enfrentar el actual colapso de la civilización contemporánea y a vislumbrar posibilidades de desarrollo humano, entendiendo el desarrollo humano no únicamente desde una perspectiva económica, práctica y material, sino también desde una visión psicológica y espiritual de la existencia.
Ha de considerarse que la posmodernidad es una era nutrida por distintas perspectivas filosóficas y culturales como el existencialismo, el pragmatismo, la hermenéutica, el deconstruccionismo, el feminismo y otras visiones propias de la época en que vivimos. Aunque ha sido principalmente la filosofía existencialista la que desde mediados del siglo pasado ha expuesto abiertamente la crisis espiritual de la civilización contemporánea a través de autores como Heidegger, Sartre o Camus. Fue el existencialismo el que nos mostró cómo el ser humano se vio “arrojado a una existencia finita, limitada en ambos extremos por la nada. La infinitud de la aspiración humana sucumbía ante la finitud de la posibilidad humana” (Tarnas, 2008, p.491). Tal como menciona Tarnas (2008), fueron los existencialistas quienes enunciaron los dilemas más profundos de la existencia humana como el vacío espiritual, la inseguridad ontológica, la carencia de valores absolutos o contextos universales, el sentido del absurdo cósmico o la fragilidad de la razón. Desde mediados del siglo XX empezó a propagarse cada vez de manera más generalizada el nihilismo existencialista, una postura que niega todo sentido y significado absoluto y que todo lo relativiza, una postura con la que se identifican un gran número de individuos en las sociedades contemporáneas y que aparece como una de las características más resaltantes de la mentalidad posmoderna.
Es característico de la era posmoderna la experiencia de una sensación generalizada de inestabilidad e incertidumbre y al mismo tiempo es una era de superficialidad, placer y distracción. A nivel material y tecnológico es notorio que todo va cambiando a velocidades increíbles y las transfomaciones sociales y culturales van sucediéndose a una escala casi incomparable con cualquier otro momento histórico; sin embargo, al mismo tiempo existe una sensación como si nada sustancial estuviese cambiando realmente, como una especie de estancamiento existencial o espiritual.